Texto correspondiente a la presentación sobre la conferencia del mismo título impartida por Javier Hoyos el día 22 de octubre en el salón de actos de la Casa de Cultura de Laredo.
¡No
será por artistas en Laredo! Pero no, no he venido aquí a hacer odiosas
comparaciones.
Estamos
aquí para hablar de uno de ellos y, a la vez, que él nos hable de una de las
técnicas pictóricas que tan bien domina y que le apasiona: “la pintura al
fresco”. Técnica que, como tantas cosas, requiere paciencia, aprendizaje,
oficio, si es que quieres dominarla. Pero para hablar de ella está aquí Javier,
enseguida os le paso.
Conocí
a Javier (Hoyos, porque a todos nos llamaban por nuestro apellido) en el
colegio. Concretamente en el Colegio José Antonio (hoy Villa del Mar). En
aquellas aulas donde convivíamos cuarenta niños. Ninguno de nosotros sabía qué quería
ser de mayor y nuestro principal problema era escapar, aunque fuese por un día,
de la vara, del palo, de alguno de aquellos maestros. Pensábamos más en jugar,
en tener nuestra mente en los “mundos de Yupi”, que en ser médicos, artistas,
escritores o… pensadores. Más bien creíamos que esa altura intelectual no estaría
nunca a nuestro alcance.
Juegos
de niños, sin móvil (tampoco nos hacía falta), donde se ponían de moda según la
época del año: “el Trinchi”, las canicas, las chapas, la trompa, cambiar cromos
de aquellos álbumes de “Vida y Color”, de futbolistas o aquellos que salían en
los paquetes de pipas, guerras de palos y piedras, “el Marro” o el partido del
recreo sin máximo ni mínimo de jugadores… Para Javier, en aquellos tiempos infantiles,
la única “actividad extraescolar” (y es que no teníamos gran cosa) era alguna
de las que organizaba la O.J.E., perteneciente a Falange Española, donde había
una canción que decía: “Me gusta lo difícil cuando empiezo a caminar…”. Lema
que él mismo se aplicará, más tarde, como vamos a ver en esta charla.
Tal
vez competimos (no recuerdo bien), alguna vez, en aquella disciplina a la que
llamábamos “trabajos manuales” y, luego, pretecnología. Sí, ahí cada uno dejaba
volar su imaginación para realizar esa obra, ese “invento” que, por norma,
también iba a ser parte de la evaluación y de tus calificaciones trimestrales. Era
un niño como muchos, inteligente, espabilado. No, no era “el empollón”, que
siempre tuvimos uno, y, como tantos otros, tal vez mejor, se las ingeniaba para
sobrevivir en ese ambiente, en esa disciplina, donde la culpabilidad se te suponía
mientras que no demostrases lo contrario. Ir a pedir el amparo de tus padres
era peor. La vida, la sociedad, eran así, sin vuelta de hoja, y no nos suponía
un trauma.
No
rivalizamos en aquello que llamaban “plástica” o dibujo (no se me daba mal),
pero… ¡Menos mal! ¿Quién me iba a decir que este hombre, aquel niño, con los
años, iba a dominar esta disciplina con tanta maestría?
No,
no coincidimos en los juegos de barrio ya que yo, al ser de Carlos V, siempre
fui considerado un “extranjero” en Laredo. Y es que, cuando aquello, la Plaza
de Carlos V estaba muy lejos. Parece ser que algo así también pasaba con el
barrio de San Lorenzo, donde vivió Javier.
Y
hoy en día, cuando nos reunimos, solemos recordar “historias”, pasajes
puntuales, de aquella infancia, aquel nuestro paso por el colegio.
Francisco
Javier Hoyos Arribas vendría al mundo auspiciando el otoño del 61. Y, para
aclarar eso que aquí tanto se decía, esa pregunta de: ¿y tú de qué familia eres,
lin? Decir que es nieto de un burgalés que tuvo aquí una farmacia en la calle Emperador
(a la altura de la Callejilla que luego trasladaría al lugar que hoy ocupa la
farmacia de Gobantes), D. Macrino Arribas Revilla.
D.
Macrino tuvo cinco hijos y seis hijas (11 en total), de las cuales todas fueron
monjas excepto la madre de Javier, Rosalina. Así que, como él mismo dice: “casi
no nace” (“casi no nazco”).
Respecto
a las monjas, recordar que Javier es, era, sobrino de la Madre Anunciación (Sor
Conchita Arribas Jimeno), hija adoptiva de Laredo, monja trinitaria y superiora
durante muchos años de la congregación trinitaria en el Convento de San
Francisco, que falleció (a los 100 años) el 4 de junio del pasado 2018.
Rosalina
Arribas se casó con Patricio Hoyos Corcés, un chileno hijo de asturianos
emigrantes en Valparaiso (Chile). Patricio trabajó más de media vida en el
Banco Santander de Laredo. Rosalina y Patricio tuvieron seis hijos de los
cuales Javier es el menor. Vivieron en el barrio castizo de San Lorenzo,
todavía sin asfaltar, en aquellos tiempos en que ir al centro, a la plaza de abastos
o al ayuntamiento, se decía: “ir a Laredo”. Barrio que se inundaba cada vez
que, por la climatología, se desbordaba el Pelegrín.
Curiosamente,
la gente de Laredo suele equivocar su nombre (el de Javier) llamándolo Jesús, confundiéndole
con su hermano, también pintor, desgraciadamente fallecido, igual que su otro
hermano, “Patri”.
Sus
padres fallecen siendo Javier muy joven y las circunstancias de la vida le
hicieron ir, de aquí para allá, en busca de fortuna. Como él mismo dice: “por
esos mundos de Dios…”. Ese Dios que escribe derecho con renglones torcidos.
¡Viendo sus pinturas me entenderéis!
Por
mi parte, una vez que acabamos aquella E.G.B, como con tantos otros compañeros
de colegio, yo lo pierdo. Sin querer, azar del destino, nuestros caminos se
separan para, años después, como podéis ver, volverse a encontrar.
Mientras
tanto Javier, en ese deambular por el mundo, tiene una vocación tardía que
arranca en él cumplidos los 30 años. Es en ese momento cuando comienza su
afición a la pintura. Empieza con acuarelas. Luego, en una etapa en la que
carecía de recursos, pintaba en el suelo o hacía retratos en las fiestas: “me
ponía con la sillita y un caballete y el que quería se ponía a la cola para que
le hiciera un retrato” —me cuenta—. Y, poco a poco, va profundizando, de forma
autodidacta, en diferentes técnicas hasta descubrir que el Arte le brindaba
posibilidades más profundas y elevadas. ¡Y es que el tipo vale! Él mismo se
definirá, más tarde, así:
—“Yo
creo que soy, como mucho, un artesano. Soy un trabajador de la pintura. Un
artista. Me considero un artesano de la pintura y me gustaría llegar a ser un
artesano del espíritu. Yo, más que una buena pintura, lo que quiero es
manifestar el espíritu, que haya algo detrás en los cuadros”.
Curiosamente,
podríamos decir que se especializa en pintura religiosa justo en un momento
donde solo hay tres o cuatro pintores que focalizan su labor en esa disciplina
por cuestiones que no vamos a entrar a valorar aquí. Pintura religiosa y al
fresco. Y él miso se confiesa:
—"Me
gustaría pintar más al fresco, tiene su punto romántico, saber que estás usando
una técnica que tiene miles de años de antigüedad y que produce unos resultados
excelentes en cuanto a la matización de los colores".
Y
continua su argumento:
—Estoy
enfrascado en el poco transitado camino de la pintura religiosa por ser
cristiano y por ir contracorriente, intentando que mi pintura sea algo más que
un objeto decorativo, que tenga “espíritu”, mostrando actitudes…
«Añadir,
por mi parte, que una nota curiosa des sus pinturas es que usa modelos,
“personas humanas” —como diría aquel—. Se basa en fotografías en función de la
"onda" que le dan. Le gusta representar gente noble, gente limpia
mentalmente. Es gente voluntaria. Vecinos del pueblo, amigos, personas que,
para él, transmitan. En sus obras podréis reconocer a M. Ángel Montes, al amigo
Felipe Tramullas o al mismo Javier Hoyos, por citar algún laredano, algún
conocido.»
Y
en cuanto a la pintura al fresco especifica:
—
La pintura al fresco es resultado de años de pinceles, como siempre ha sido en
todos los fresquistas; nadie llega al fresco como primera incursión en la
pintura, quizá porque sea la técnica pictórica más difícil. Quizá eso sea el
fresco: buscar el camino difícil, lo que no hace nadie (en España se cuentan
con los dedos de la mano los fresquistas y sobran dedos) y menos aún en pintura
religiosa. ¡Qué técnica difícil! ¡Qué laboriosa! Donde todo te tiene que salir
a la primera y sin posibilidad de corregir; o eso, o no es fresco, buen fresco.
Pero no sé, uno es así: un “tío raro”, afortunadamente.
Y
aquí nos viene al pelo la estrofa de aquella canción que se cantaba en la
O.J.E. y que citamos más arriba: “Me gusta lo difícil cuando empiezo a
caminar…”.
Y
del fresco, los fresquistas y su técnica, nos hablará en unos instantes…
En
ese deambular “por esos mundos de Dios…” conocería a Amalia Prieto Iglesias.
(Zamorana), quien acabaría siendo su esposa, compañera, confidente, ayudante,
“pinche” y mayor apoyo. Y con la que comparte su vida de artista.
Javier
y Amalia vivieron en la ciudad, en el mismo centro de Santander, en un piso
pequeño. Según ellos: “era salir a la calle y todo eran estímulos bastante
perturbadores”. Así que, un buen día, decidieron irse a vivir a una aldea, que
tiene ahora mismo 16 habitantes, en mitad de la Montaña Palentina, Valberzoso,
donde ellos mismos se construyeron su
casa. Allí tiene Javier el taller de pintura y como dice su suegra: “no sale de
la ratonera”. Y ahí, escondido en ese pequeño pueblo palentino, vive, pinta,
medita, estudia las diferentes técnicas pictóricas, llegando a ser un
perfeccionista. Según él: “es ideal. No lo cambio por nada”. Y así, poco a
poco, va haciendo oficio.
Decir,
para ir terminando, que Javier Hoyos es miembro del Registro Artesano de
Castilla y León. Entidad oficial inspirada en los gremios medievales que
certifica el saber hacer tradicional y la calidad de los miembros admitidos.
Y
este año por, citar algunas de sus exposiciones y sus trabajos, realizó:
(…)
—Abril.
Exposición ESPIRITU Y PINTURA en el Alcázar de Los Condestables, Museo de las
Merindades, Medina de Pomar (Burgos).
—Agosto.
Sobre la puesta en valor de la sacristía de la ermita de la Virgen del Rosario
de Pastores, Huerta de Valdecarábanos (Toledo), incluida la pintura de la
bóveda. Por este encargo, el 28 de julio de 2019, “La Hermandad de la Virgen
del Rosario de Pastores” le otorgó La Medalla de la Hermandad por su excelente trabajo.
—Septiembre.
II Exposición de Pintura Religiosa en la iglesia de Santa María la Real de
Valberzoso (Palencia), con la presencia del Director General Patrimonio de la
Junta de Castilla y León y de las autoridades locales civiles y religiosas.
—Octubre.
Ahora mismo está elaborando un fresco en el exterior de la torre (paramento
norte de la torre, que linda con el cementerio) de la iglesia de San Mamés de
Aras (Cantabria) por encargo de José Martínez Revuelta —uno de sus mayores
admiradores y mecenas—, trabajo que está a punto de terminar. En el interior de
esta misma iglesia realizó, el pasado 2016, la pintura del mural de San Mamés
(santo y mártir del siglo III) que se inauguró el 30 de abril de 2016 con una
gran celebración, por encargo, también, de José Martínez Revuelta.
—Diciembre.
Espera realizar una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Carrión de
los Condes (Palencia).
Añadir,
además, que este mismo año han salido sus primeros cuadros para USA. Supongo
que serán todo un “terremoto”, un “descubrimiento” artístico (y del artista).
—Por
otro lado también tiene publicado un libro:”Arte, tópicos y verdad” (Usted sí
entiende de arte), en el que denuncia que vivimos una época donde el Arte ha
sido y es astutamente manipulado, como consecuencia infrautilizado,
despojándolo injustamente de su potencial (entre otras cosas).
Creo
que lo mejor de Javier está aún por llegar y concluyo esta presentación parafraseando
a otro Javier, Javier González Mellado, sacando algunas líneas de su entrevista
a nuestro protagonista de hoy, en el número 4 del magazine Una Cantabria Apasionante…
Javier
Hoyos puede definirse así:
Sus pinturas
tienen tanto realismo que los personajes parecen cobrar vida propia. Entusiasta
de los grandes maestros, se ha convertido en un rara avis a base de investigar
y perfeccionar las técnicas de los clásicos, incluido el fresco. Recluido en
una aldea de la Montaña Palentina, concibe y ejecuta obras de temática
religiosa y retratos por encargo que sobrecogen por la maestría de su
ejecución. Como si Javier Hoyos Arribas hubiera encontrado un alfabeto propio
para comunicarse.
Dicho
todo lo anterior, con todos ustedes Javier Hoyos Arribas y su conferencia sobre
“La extraña pintura al fresco”.
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Cristo resucitado. Iglesia
de San Mamés de Aras (Cantabria). Fresco de Javier Hoyos Arribas.
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